domingo, 14 de octubre de 2012

RAZON Y LENGUAJE: LA ESCUELA DE PORT-ROYAL


 

1.     El racionalismo de la Minerva


 

La[1] orientación práctica de las gramáticas del siglo XVI y XVII hacía innecesarias las reflexiones teóricas de carácter filosófico. El progreso en el uso de las lenguas vernáculas y la decadencia del uso del latín como koiné[2] , impulsó la investigación sobre las posibilidades de una lengua artificial común, una characteristica universal o lenguaje filosófico, en el siglo XVI.

Entre los autores del siglo XVII que influyeron en la lingüística hay que destacar a Francisco Sánchez de las Brozas, el Brocense. Su obra Minerva, sive de causis lingua latina (1587), es punto de referencia para la estudiar la continuidad de las líneas de estudio entre el Renacimiento y la Ilustración.

La Minerva hace explícito su rechazo de las gramáticas prácticas anteriores, consideradas carentes de fundamento racional, y muy dogmáticas. El Brocense pretende descubrir las razones profundas de la organización gramatical de las lenguas, en particular del latín. No admite otra autoridad que la razón, la cual fundamenta el uso lingüístico. La gramática es una disciplina formal: corrección de las expresiones lingüísticas basándose en las formas de combinación.

·         El gramático tiene por objeto la “etimología”, el estudio de las partes de la oración, y, sobre todo, la “sintaxis”, el análisis de la expresión oracional correcta.

o   La gramática es una disciplina formal definitoria de la corrección de las expresiones lingüísticas, no basadas en el significado, sino en las formas de su combinación.

·         El lógico estudia las significaciones y cómo se encadenan dialécticamente en el razonamiento.

2.     Elipsis y estructura lógica subyacente


Una de las teorías expuestas en la Minerva que más ha llamado la atención ha sido su tratamiento de la elipsis (libro IV): precedente de la distinción posterior entre estructura profunda y estructura superficial. El proceso interpretativo de la elipsis consiste en suplir los elementos: entre los cuales se encuentran SN + SV. La elipsis puede afectar tanto a ellos como al resto de las categorías gramaticales[3].

La importancia de la obra del Brocense hay que encontrarla en su actitud anti descriptiva y teórica, en su defensa del libre examen racional de los datos lingüísticos y en su rechazo de la autoridad como criterio justificativo. En esto influyó en la escuela de Port-Royal.

3.     Chomsky y la cuestión de la lingüística “cartesiana”.


Reconstrucción interesada de algunas ideas filosóficas sobre el lenguaje que se extendían a lo largo de tres siglos (XVII, XVIII y XIX). Chomsky estaba interesado sobre todo en subrayar ciertas constantes a lo largo de la historia de las ideas sobre el lenguaje.

Caía deliberadamente en dos de los defectos corrientes:

o   Descontextualización.- evaluación, p. ej. Las tesis de Descartes sobre las ideas innatas prescindiendo de su trabazón teórica con otras doctrinas cartesianas, como la tesis de la doble sustancia.

o   Extrapolación.- Porque Chomsky pretendía imbuir de significación actual un cuerpo de ideas elaborado en el siglo XVII con un horizonte de problemas científicos distinto del actual.

Le interesaba.- Constelación de ideas de la tradición de la gramática universal o filosófica desarrollada a partir de la gramática de Port Royal (1660). O lo que es lo mismo: serie de obras desde Port- Royal a Humboldt con la ambición común de encontrar, en la pluralidad de lenguas, principios unificadores que puedan ponerse en relación con características cognoscitivas del entendimiento humano. Para Chomsky esta lingüística cartesiana se opone sin más a la lingüística empírica: representante moderno identificado con la lingüística taxonómica estructuralista.

4.     Descartes y el carácter definitorio del lenguaje.


Carencia casi absoluta de alusiones a problemas lingüísticos en las obras del propio Descartes. Solo en la parte V del Discurso del método hace referencia al lenguaje en un texto que aparece en el contexto de las reflexiones de Descartes sobre los límites de las explicaciones mecanicistas y la imposibilidad de que tal tipo de explicaciones alcancen al comportamiento humano.

La reflexión vertida aquí contrasta con otra idea, la de lingua universalis, la cual provenía de la necesidad de encontrar una nueva lengua común que desempeñara el papel que, hasta entonces, había venido desempeñando el latín. Esto tenía también un sentido filosófico, puesto que en las ideas de Descartes operaba un principio de composición, de lo simple a lo complejo.

Esta base inspiró a G. Dalgarno a elaborar su Ars Signorum, proyecto de semántica universal. Dalgarno propuso una combinatoria conceptual: dividiendo los conceptos en sus elementos constituyentes è alcanzar sus últimos componentes, un sistema de primitivos conceptuales y semánticos que permitieran expresar los sistemas conceptuales de todas las lenguas. Inspiró las concepciones del primer Leibniz sobre la characteristica universalis.

El mencionado texto de Descartes es parte de un razonamiento cuyo objetivo es más metafísico y religioso que lingüístico y metodológico: asegurar que el lenguaje es un medio específicamente humano de comunicación, presente en todos los hombres, incluso entre los depravados y estúpidos, sin exceptuar siquiera a los idiotas è el modo de garantizar el carácter diferencial y unitario del alma humana.

La idea de que la lengua produce resultados infinitos con medios finitos se encuentra ya en el Brocense, en su Minerva[4].

Las ideas de Lancelot y Arnauld están influidas por las concepciones metafísicas y epistemológicas de Descartes, en particular por su teoría de las ideas, y no por las tesis de la creatividad lingüística.

5.     La Grammaire como primera gramática filosófica.


La Grammaire de Lancelot y Arnauld ha de ser considerada un paradigma: fue considerada por el propio Chomsky como una aplicación natural del sistema de Descartes. Se puede admitir que ha sido aquél el impulsor de la reconsideración de un estudio de gramática histórica, y mediante ésta, la de una revalorización critica de la lingüística y filosofía del lenguaje anterior al siglo XIX.

La Grammaire fue fruto de la colaboración de un filósofo y un lingüista[5]. La naturaleza exacta de la colaboración entre ellos se desconoce: parece que quien suscitaba los problemas era Lancelot (estaba más capacitado para el estudio lingüístico comparativo. Este recogió las reflexiones filosóficas de Arnauld y las incorporo a la Gramática, como hilo conceptual de la obra. Estas reflexiones atañen a las relaciones entre los conceptos y los signos: para ello el análisis comparativo del francés, el latín, el griego, el hebreo, el italiano, el español y el alemán. Estas lenguas, por orden de importancia son las utilizadas como fuentes de datos para demostrar las tesis especulativas de la Gramática general.

6.     Relaciones entre gramática y lógica según la escuela de Port-Royal.


La Gramática contenía cuatro partes: Ortografía (I, II), Prosodia (III a VI), Analogía (VII a XXIII) y Sintaxis (XXIV). Particularidad: entre la primera y segunda parte existía un capítulo que ponía en relación las palabras con la teoría lógica del juicio, entendiendo éste como operación mental primordial[6]. En la obra de Arnauld y Lancelot se describe la gramática como un arte del habla y la lógica como un arte del pensar[7].

7.     Signos naturales y signos de institución. Signo e idea.


En contraste con la concepción de los modistae que consideraban que la relación semiótica implicaba tres niveles: realidad, entendimiento y lenguaje, Arnauld y Lancelot expresan su concepción en el preámbulo de su Gramática, del que se interesa subrayar tres ideas:

El uso del lenguaje en cuanto criterio diferenciador entre los hombres y los animales: su existencia como prueba de la de la mente de los demás y de la unicidad de la razón[8]. No constituye por sí sola una característica de una escuela de pensamiento.

La base finita de la combinatoria lingüística. Esta se denomina primera articulación lingüística: los recursos fonológicos son finitos pero constituyen infinidad de palabras. No se menciona que ese mismo carácter se extiende a la segunda articulación lingüística, a las reglas que rigen la combinación de palabras para formar oraciones gramaticales.

La convencionalidad de la unión entre sonido y significado. Tampoco idea novedosa porque esa convencionalidad aparece en Aristóteles y era común en los estoicos. Sin embargo, sí está claramente expresado la distinción entre signos naturales y signos de institución: es decir, Arnauld distingue en el signo (incluido el lingüístico) la imagen que se tiene de lo representado, estableciendo entre ambas una relación causal: sólo se puede acceder al sentido del símbolo mediante la representación mental de éste. è Teoría cartesiana del signo: la relación semiótica se traslada del plano de la realidad al de las ideas.

El lenguaje es concebido en Port- Royal como expresión y representación del pensamiento: se considera que su principal función semiótica es la apofántica, la afirmación de ese pensamiento en el juicio. El lenguaje, dentro de la corriente racionalista, será considerado como un sistema de representación antes que un sistema de comunicación.

En la medida en que se puede hablar de un giro cartesiano en lingüística (especialmente en la teoría del signo) éste es antes epistemológico que metodológico y ontológico. Ese giro cartesiano tiene como consecuencia en los siglos XVII y XVIII un predominio progresivo de la gramática sobre la lógica.

Se impone la opinión de que las ideas están intrínsecamente unidas a hechos lingüísticos. Si se concibe el razonamiento o la inferencia como el encadenamiento de esas ideas, el instrumento primario para su análisis es la gramática. Por tanto, ese giro cartesiano reside en el desplazamiento del interés intelectual de la realidad al sujeto, del lenguaje concebido como un reflejo de la realidad al lenguaje concebido como espejo del pensamiento. Existe un cierto paralelismo en la lingüística del siglo XX, puesto que la teoría chomskiana ha supuesto un desplazamiento similar.

 



[1] Apuntes extraídos del libro Filosofía del lenguaje de Eduardo de Bustos Guadaño (UNED 1999). PGS. 69-94
[2] Lengua de uso general.
[3] Otro caso: el zeugma: “cuando a un solo verbo se refieren muchas oraciones, de suerte que si se coloca sola cualquiera de ellas se echa de menos el elemento verbal”. La conexión entonces se establece entre las propias oraciones (la conjunción solo puede ser conectiva oracional y no liga en realidad nombres o verbos.
[4] Chomsky cita a Port-Royal y a Cordemoy como los introductores de la idea de que la lengua produce resultados infinitos con medios finitos.
[5] Arnauld el filósofo jansenista y coautor con J. Nicole de la Logique, no puede ser considerado un cartesiano estricto. Lancelot, el lingüista, autor de diversas gramáticas practicas, del latín, griego, italiano y español. Buen conocedor de la tradición gramatical y a su través se ejerció la influencia del Brocense y de sus comentadores.
[6] Trataba de ligar la tipología léxica con la estructura del pensamiento.
[7] Esta estrecha vinculación entre lenguaje y pensamiento se evidencia en la teoría del signo.
[8] Idea que se encuentra también en Descartes