1.
El racionalismo de la Minerva
La[1]
orientación práctica de las gramáticas del siglo XVI y XVII hacía innecesarias
las reflexiones teóricas de carácter filosófico. El progreso en el uso de las
lenguas vernáculas y la decadencia del uso del latín como koiné[2]
, impulsó la investigación sobre las posibilidades de una lengua artificial
común, una characteristica universal
o lenguaje filosófico, en el siglo XVI.
Entre los autores del siglo XVII que
influyeron en la lingüística hay que destacar a Francisco Sánchez de las
Brozas, el Brocense. Su obra Minerva,
sive de causis lingua latina (1587), es punto de referencia para la
estudiar la continuidad de las líneas de estudio entre el Renacimiento y la
Ilustración.
La Minerva hace explícito su rechazo de las gramáticas prácticas
anteriores, consideradas carentes de fundamento racional, y muy dogmáticas. El
Brocense pretende descubrir las razones profundas de la organización gramatical
de las lenguas, en particular del latín. No admite otra autoridad que la razón,
la cual fundamenta el uso lingüístico. La gramática es una disciplina formal:
corrección de las expresiones lingüísticas basándose en las formas de
combinación.
·
El
gramático tiene por objeto la “etimología”, el estudio de las partes de la
oración, y, sobre todo, la “sintaxis”, el análisis de la expresión oracional
correcta.
o
La
gramática es una disciplina formal definitoria de la corrección de las
expresiones lingüísticas, no basadas en el significado, sino en las formas de
su combinación.
·
El
lógico estudia las significaciones y cómo se encadenan dialécticamente en el
razonamiento.
2. Elipsis y estructura lógica subyacente
Una de las teorías expuestas en la Minerva que más ha llamado la atención
ha sido su tratamiento de la elipsis (libro IV): precedente de la distinción
posterior entre estructura profunda y estructura superficial. El proceso
interpretativo de la elipsis consiste en suplir
los elementos: entre los cuales se encuentran SN + SV. La elipsis puede afectar
tanto a ellos como al resto de las categorías gramaticales[3].
La importancia de la obra del
Brocense hay que encontrarla en su actitud anti descriptiva y teórica,
en su defensa del libre examen racional de los datos lingüísticos y en
su rechazo de la autoridad como criterio justificativo. En esto influyó
en la escuela de Port-Royal.
3. Chomsky y la cuestión de la lingüística “cartesiana”.
Reconstrucción interesada de algunas
ideas filosóficas sobre el lenguaje que se extendían a lo largo de tres siglos
(XVII, XVIII y XIX). Chomsky estaba interesado sobre todo en subrayar ciertas
constantes a lo largo de la historia de las ideas sobre el lenguaje.
Caía deliberadamente en dos de los
defectos corrientes:
o
Descontextualización.- evaluación, p. ej. Las tesis de
Descartes sobre las ideas innatas prescindiendo de su trabazón teórica con
otras doctrinas cartesianas, como la tesis de la doble sustancia.
o
Extrapolación.- Porque Chomsky pretendía imbuir de
significación actual un cuerpo de ideas elaborado en el siglo XVII con un
horizonte de problemas científicos distinto del actual.
Le interesaba.- Constelación de ideas de la tradición de la
gramática universal o filosófica desarrollada a partir de la gramática de Port
Royal (1660). O lo que es lo mismo: serie de obras desde Port- Royal a Humboldt
con la ambición común de encontrar, en la pluralidad de lenguas, principios
unificadores que puedan ponerse en relación con características cognoscitivas
del entendimiento humano. Para Chomsky esta lingüística cartesiana se opone sin
más a la lingüística empírica: representante moderno identificado con la
lingüística taxonómica estructuralista.
4. Descartes y el carácter definitorio del lenguaje.
Carencia casi absoluta de alusiones a
problemas lingüísticos en las obras del propio Descartes. Solo en la parte V
del Discurso del método hace
referencia al lenguaje en un texto que aparece en el contexto de las
reflexiones de Descartes sobre los límites de las explicaciones mecanicistas y
la imposibilidad de que tal tipo de explicaciones alcancen al comportamiento
humano.
La reflexión vertida aquí contrasta
con otra idea, la de lingua universalis, la
cual provenía de la necesidad de encontrar una nueva lengua común que
desempeñara el papel que, hasta entonces, había venido desempeñando el latín.
Esto tenía también un sentido filosófico, puesto que en las ideas de Descartes
operaba un principio de composición, de lo simple a lo complejo.
Esta base inspiró a G. Dalgarno a
elaborar su Ars Signorum, proyecto de
semántica universal. Dalgarno propuso una combinatoria conceptual: dividiendo
los conceptos en sus elementos constituyentes è alcanzar sus últimos componentes, un
sistema de primitivos conceptuales y semánticos que permitieran expresar los
sistemas conceptuales de todas las lenguas. Inspiró las concepciones del primer
Leibniz sobre la characteristica
universalis.
El mencionado texto de Descartes es
parte de un razonamiento cuyo objetivo es más metafísico y religioso que
lingüístico y metodológico: asegurar que el lenguaje es un medio
específicamente humano de comunicación, presente en todos los hombres, incluso entre los depravados y estúpidos,
sin exceptuar siquiera a los idiotas è el modo de garantizar el carácter
diferencial y unitario del alma humana.
La idea de que la lengua produce
resultados infinitos con medios finitos se encuentra ya en el Brocense, en su Minerva[4].
Las ideas de Lancelot y Arnauld están
influidas por las concepciones metafísicas y epistemológicas de Descartes, en
particular por su teoría de las ideas, y no por las tesis de la creatividad
lingüística.
5. La Grammaire como primera gramática filosófica.
La Grammaire de Lancelot y Arnauld ha de ser considerada un paradigma:
fue considerada por el propio Chomsky como una aplicación natural del sistema
de Descartes. Se puede admitir que ha sido aquél el impulsor de la
reconsideración de un estudio de gramática histórica, y mediante ésta, la de
una revalorización critica de la lingüística y filosofía del lenguaje anterior
al siglo XIX.
La Grammaire fue fruto de la colaboración de un filósofo y un
lingüista[5].
La naturaleza exacta de la colaboración entre ellos se desconoce: parece que
quien suscitaba los problemas era Lancelot (estaba más capacitado para el
estudio lingüístico comparativo. Este recogió las reflexiones filosóficas de
Arnauld y las incorporo a la Gramática, como hilo conceptual de la obra. Estas
reflexiones atañen a las relaciones entre los conceptos y los signos: para ello
el análisis comparativo del francés, el latín, el griego, el hebreo, el
italiano, el español y el alemán. Estas lenguas, por orden de importancia son
las utilizadas como fuentes de datos para demostrar las tesis especulativas de
la Gramática general.
6. Relaciones entre gramática y lógica según la escuela de Port-Royal.
La Gramática contenía cuatro partes: Ortografía (I, II), Prosodia (III
a VI), Analogía (VII a XXIII) y Sintaxis (XXIV). Particularidad: entre la
primera y segunda parte existía un capítulo que ponía en relación las palabras
con la teoría lógica del juicio, entendiendo éste como operación mental
primordial[6].
En la obra de Arnauld y Lancelot se describe la gramática como un arte del
habla y la lógica como un arte del pensar[7].
7. Signos naturales y signos de institución. Signo e idea.
En contraste con la concepción de los
modistae que consideraban que la
relación semiótica implicaba tres niveles: realidad, entendimiento y lenguaje,
Arnauld y Lancelot expresan su concepción en el preámbulo de su Gramática, del que se interesa subrayar
tres ideas:
El uso del lenguaje en cuanto criterio
diferenciador entre los hombres y los animales: su existencia como prueba de la
de la mente de los demás y de la unicidad de la razón[8].
No constituye por sí sola una característica de una escuela de pensamiento.
La base finita de la combinatoria
lingüística. Esta se denomina primera articulación lingüística: los recursos
fonológicos son finitos pero constituyen infinidad de palabras. No se menciona
que ese mismo carácter se extiende a la segunda articulación lingüística, a las
reglas que rigen la combinación de palabras para formar oraciones gramaticales.
La convencionalidad de la unión entre
sonido y significado. Tampoco idea novedosa porque esa convencionalidad aparece
en Aristóteles y era común en los estoicos. Sin embargo, sí está claramente
expresado la distinción entre signos naturales y signos de institución: es
decir, Arnauld distingue en el signo (incluido el lingüístico) la imagen que se
tiene de lo representado, estableciendo entre ambas una relación causal: sólo
se puede acceder al sentido del símbolo mediante la representación mental de
éste. è Teoría cartesiana del signo: la
relación semiótica se traslada del plano de la realidad al de las ideas.
El lenguaje es concebido en Port-
Royal como expresión y representación del pensamiento: se considera que su
principal función semiótica es la apofántica, la afirmación de ese pensamiento
en el juicio. El lenguaje, dentro de la corriente racionalista, será
considerado como un sistema de representación antes que un sistema de
comunicación.
En la medida en que se puede hablar
de un giro cartesiano en lingüística (especialmente en la teoría del signo)
éste es antes epistemológico que metodológico y ontológico. Ese giro cartesiano
tiene como consecuencia en los siglos XVII y XVIII un predominio progresivo de
la gramática sobre la lógica.
Se impone la opinión de que las ideas
están intrínsecamente unidas a hechos lingüísticos. Si se concibe el
razonamiento o la inferencia como el encadenamiento de esas ideas, el
instrumento primario para su análisis es la gramática. Por tanto, ese giro
cartesiano reside en el desplazamiento
del interés intelectual de la realidad al sujeto, del lenguaje concebido
como un reflejo de la realidad al lenguaje concebido como espejo del
pensamiento. Existe un cierto paralelismo en la lingüística del siglo XX,
puesto que la teoría chomskiana ha supuesto un desplazamiento similar.
[1]
Apuntes extraídos del libro Filosofía del lenguaje de Eduardo de
Bustos Guadaño (UNED 1999). PGS. 69-94
[2] Lengua
de uso general.
[3] Otro
caso: el zeugma: “cuando a un solo verbo se refieren muchas oraciones, de
suerte que si se coloca sola cualquiera de ellas se echa de menos el elemento
verbal”. La conexión entonces se establece entre las propias oraciones (la
conjunción solo puede ser conectiva oracional y no liga en realidad nombres o
verbos.
[4]
Chomsky cita a Port-Royal y a Cordemoy como los introductores de la idea de que
la lengua produce resultados infinitos con medios finitos.
[5]
Arnauld el filósofo jansenista y coautor con J. Nicole de la Logique, no puede ser considerado un
cartesiano estricto. Lancelot, el lingüista, autor de diversas gramáticas
practicas, del latín, griego, italiano y español. Buen conocedor de la
tradición gramatical y a su través se ejerció la influencia del Brocense y de
sus comentadores.
[6]
Trataba de ligar la tipología léxica con la estructura del pensamiento.
[7] Esta
estrecha vinculación entre lenguaje y pensamiento se evidencia en la teoría del
signo.
[8] Idea
que se encuentra también en Descartes