A. ¿Por qué estudiar la historia de la filosofía?
· Copleston comienza con la aseveración de que es difícil llamar culto al que carezca de conocimientos históricos. Y éstos o han de circunscribirse al conocimiento de los hechos militares o artísticos, sino también, y muy principalmente, al conocimiento de los sistemas de pensamiento que intentaron dar forma al mundo con que se enfrentaban.
· A la objeción de la obsolescencia de los sistemas filosóficos que se han ido sucediendo, se contesta que si bien estos sistemas han ido siendo superados, discutidos o refutados, estos poseen ciertos conceptos fácilmente retomables por las generaciones posteriores, sin los cuales sería imposible explicarla. Hace una confessio de seguir la filosofía historicista y escolástica (a la que sigue definiendo como filosofía perenne [Sto. Tomas].)
· Reconoce la inclinación natural al escepticismo por quien se dedique al estudio de la filosofía, pero recuerda que el hecho de que un sistema filosófico, una filosofía sea abatida o decaiga su combatividad esto no la convierte en falsa. Luego compara un poco forzadamente la religión verdadera (revelación) de mensaje necesariamente verdadero con la filosofía verdadera, cuyos logros son estrictamente humanos.
B. Naturaleza de la historia de la filosofía
· Las historia de la filosofía no es un cúmulo de opiniones aisladas que muestran el pensamiento universal sin vínculo entre sí; sino conexiones, vínculos, acción y reacción de unos sistemas con otros: ninguna filosofía puede entenderse del todo si no se la observa en su contexto a la luz de sus relaciones con los demás sistemas.
· Tampoco es un continuo progreso ni un ascenso en espiral. En la historia de la filosofía hay una ilación lógica, pero nunca una secuencia necesaria strictu sensu.
· Da cuenta de los esfuerzos del hombre por hallar la Verdad mediante la razón discursiva. Luego se enfrasca en una argumentación tomista acerca de la averiguación de la Verdad absoluta, identificándola con Dios, etc., alegando a la falibilidad del pensamiento humano, a veces influido por actores extraños.
· Termina reconociendo su adhesión al tomismo en lo referente a la filosofía perenne
a) No como sistema tomista cerrado, y que por lo tanto se recoge en ella una explicación absoluta de la realidad.
b) Como desarrollo de aquella filosofía medieval y complementándola o aplicándola en sus bases a dar solución o explicación a los problemas actuales. Para ello pone el ejemplo de la interpretación del Estado en Santo Tomás, desarrollándolo para dar satisfacción al concepto de Estado tal como lo entendemos en nuestros días.
c) Concluye: Adoptando tal punto de vista, nos capacitaremos para mantener la idea de una filosofía perenne, sin solidarizarnos, por una parte, con los que, ateniéndose a un criterio demasiado estrecho, la confinan a un determinado, siglo, y, por otra parte, sin aceptar la visión hegeliana de la filosofía [...] implica necesariamente que la Verdad nunca se alcanza en un momento dado.
C. ¿Cómo estudiar la historia de la filosofía?
· Necesidad de considerar todo sistema filosófico en sus circunstancias y conexiones históricas.
· Precisa de cierta simpatía (sintonización psicológica) con los filósofos. No tanto, sin embargo, que queramos explicar todo pensamiento filosófico a la luz de la psicología de su formulador.
· Repensar por cuenta propia el sistema de un filósofo, comprender íntegramente no sólo sus palabras, sino también, los alcances y matices que pretendió darlos su autor, los detalles en relación con el conjunto del sistema, génesis y derivaciones. Larga tarea. Diferencia la tarea del especialista del que es simple divulgador del conocimiento ( que es lo que él pretende).
D. La filosofía antigua
· Presenta los contenidos próximos, enalteciendo como logro indiscutible y genuino la existencia de la filosofía griega, frente a quienes quieren ver en ella sólo una consecuencia lógica de los préstamos sucesivos de otras civilizaciones. También la antepone a la filosofía romana, a quien ve gregaria de ésta por el carácter romano, sin desmerecer a los pensadores romanos desde Séneca, a Marco Aurelio, y destacando especialmente a un griego latinizado como Plotino, tan querido por San Agustín.
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