El aspecto[1] más destacado de la literatura política humanista reside en una nueva filosofía de la participación política è todos los ciudadanos debían tomar parte activa en la administración del su ciudad en igualdad de condiciones. Ante la descomposición del cosmos medieval surgen dos formas opuestas de entender la organización política. Una corresponde a los humanistas que buscan en un idealizado ayer los recursos para hacer frente a lo novedoso. La novedad: la forma popular de gobierno no es solo la única sino además, también la más eficaz è cuando el pueblo es libre, todos los ciudadanos tienen las mismas posibilidades de elevarse a los honores públicos y disfrutar del poder: cultivándose así sus talentos y fomentando sus virtudes[2].
Maquiavelo[3], que representa la otra forma, se aparta radicalmente de este optimismo: acusa a los humanistas de desconocer la verdadera realidad de las cosas en lo que se refiere a su concepción de la naturaleza humana y el poder político[4]. El idealismo humanista solo puede conducir en su opinión a empeorar las cosas. La solución: mirar de frente a la realidad existente y plantarle cara, para no quedar a merced de los caprichos de la fortuna o los egoísmos y ambiciones de los seres humanos.
Ambas opciones buscan la defensa del bien público.
a) Su filosofía de la vida activa que convierte a los hombres en protagonistas de su destino.
b) Su defensa de la libertad republicana frente a cualquier tipo de gobierno despótico o tiránico.
En la polémica antirretórica que acaudilló Juan Pico, Maquiavelo afirma que el lenguaje retórico por excelencia es el lenguaje religioso è ningún otro tiene la capacidad de seducción que él tiene: es capaz de llegar a todo el mundo aunque con adaptación a las gentes a las que va destinado. La política para Maquiavelo tiene que ver únicamente con la apariencia y el lenguaje político debe ser visto como un lenguaje retórico que busca la seducción y la manipulación è en la apariencia, lejos de la realidad de las cosas, es donde vive la mayoría de la gente.
Maquiavelo la pregunta[6] de que tenía que hacerse el príncipe cristiano si veía que no podía defender su reino sin violar la regla de la honestidad y de la justicia, parte de planteamientos erróneos. La pregunta correcta: qué es lo que hay que hacer para conservar el Estado y cuáles son los medios más convenientes o necesarios para conseguir ese fin, tarea fundamental del príncipe.
Hablará de las cualidades del príncipe y de la “virtud política” que le es propia. Deberá preguntarse: a qué deberá estar dispuesto para conservar y defender el Estado. Debería responder: a todo aquello que fuese absolutamente necesario. è Teoría de la razón de Estado: cambiará radicalmente el concepto de la política. Frente al concepto tradicional de la política como arte de gobernar según razón y justicia, sucede un nuevo concepto que la entiende como arte de conservar y conquistar el poder. Para la política tradicional los medios han de ser siempre “legítimos”; para la política de la razón de Estado, los medios deber ser siempre “eficaces”. Lo que cuenta son los resultados, y políticamente hablando, los medios malos son los inadecuados.
Maquiavelo se limita a señalar que hay cosas consideradas como virtuosas que no siempre son compatibles con la defensa del Estado, y cosas consideradas como vicios que son necesarias para garantizar la seguridad del príncipe y de su Estado. Deberá, cuando las circunstancias lo requieran, evitar las primeras y poner en práctica las segundas. Nunca dijo que el carácter ético de los medios cambiase: la esfera política y la esfera moral son independientes y autónomas. Esta autonomía de la política frente a la esfera moral es la que ejemplifica más claramente la ruptura con la concepción clásica y con la teoría política de los humanistas. Para maquiavelo: el límite de la actividad política è naturaleza de esta misma actividad cuyo objeto es hacer posible que los hombres puedan llevar una forma segura y libre de convivencia. El gobernante deberá actuar tan virtuosamente como le sea posible, pero cuando la libertad y la defensa del estado lo requieran, no deberá vacilar en entrar en el camino del mal. Deberá estar dispuesto a perder su alma para salvar a la patria. Esta será su tragedia pero también su grandeza. Si se desea evitar tales métodos è hay que mantenerse al margen de la política.
La crítica feroz de Maquiavelo a la organización de la vida política preconizada por los humanistas es que ésta es utópica y poco realista, radicada esta definición en la optimista concepción de una naturaleza humana que no es como ellos la suponen o la sueña, según se ha encargado la historia de demostrar.
La razón de esta consideración es la maldad de la naturaleza humana[7]. Si los hombres fueran buenos, los preceptos que aconsejan al gobernante usar de cualquier medio válido para mantener el Estado, no serían correctos, pero resulta que los hombres son malos por naturaleza, y eso obliga al gobernante a recurrir a dichos procedimientos. Para Maquiavelo es de una evidencia incontestable el hecho que las pasiones humanas arrastran a los hombres hacia el mal: no se quiere significar que en ocasiones los hombres no puedan obrar bien, pero en general no es así, como sucede, por eso el gobernante no podrá hacer profesión de bueno, entre tantos que no lo son, teniendo que hacer sus cálculos para el caso peor presuponer que todos los hombres son malos. Ese comportamiento que deriva de sus pasiones es constante e inmutable, no es factor sometido a cambios históricos, sino que es un elemento permanente de la conducta humana. è
Quien examina atentamente las cosas pasadas, le será fácil prever las futuras. Sobre esa convicción Maquiavelo, fundamenta su método científico: sólo los que no tienen un verdadero conocimiento de la historia y no saben extraer al leerla su sentido, pueden pensar de otra manera: las grandes pasiones que mueven a los hombres, no cambian jamás. Así cuando las necesidades básicas estén satisfechas, aparecerá con inusitada fuerza la ambición.
Esta maldad ineliminable de la naturaleza humana enfrenta a Maquiavelo con los humanistas cristianos del renacimiento: a los que acusa de ilusos por creer que las virtudes cristianas eran aptas para el poder: no duda en atribuir la decadencia de los pueblos italianos de su época a la educación en la virtud cristiana.
Maquiavelo[8] aconseja al príncipe o gobernante la infidelidad a la palabra dada, cuando las circunstancias lo aconsejen: Si los hombres son malos y no te guardarían a ti tu palabra, tú tampoco tienes por qué guardarles la tuya. Creía que defender que lo conveniente no puede entrar nunca en conflicto con la rectitud moral, era una fortuna utópica y poco realista, è no tenía en cuenta la maldad de la naturaleza humana y las exigencias del poder que necesita recurrir a la violencia y a la fuerza. Un gobernante que quiera cumplir con eficacia su tarea, deberá actuar siempre de una forma convencionalmente virtuosa, más que llevar a la organización política al desastre.
Para los humanistas las virtudes debían ocupar un lugar central en la vida política; la clave del éxito político se hallaba en la promoción de las virtudes. La honradez es la mejor política (Erasmo). Nunca podrá el gobernante actuar al margen de la honestidad, ni siquiera pueda proporcionar una mayor utilidad para la república, debiendo estar dispuesto a dejar el poder antes que cometer una injusticia.
Maquiavelo[9], por el contrario, afirma que los hombres no pueden garantizar su seguridad más que con el poder, no duda en sostener que eficacia y rectitud oral no pueden ir siempre de la mano. Para él la honestidad no es siempre la mejor política. Atribuyendo la utópica y poco realista postura de los humanistas a un desconocimiento de la naturaleza humana y de las exigencias del poder: necesariamente vinculado con la violencia y con la fuerza. El gobernante[10] deberá guiarse exclusivamente por los dictados de la necesidad y de la eficacia en orden a conservar el Estado (El Príncipe, 1513, está dedicado exclusivamente a hablar sobre los medios con que asegurar la permanencia del Estado).
Las dos posturas antagónicas en el tema de la ética y política están expuesta en dos obras: por un lado “El Príncipe” (1513) de Nicolás Maquiavelo; por otro “Educación del príncipe cristiano” (1516) de Erasmo de Rótterdam. No obstante, hay que tener en cuenta coincidencia existentes entre ellos que ponen de manifiesto la fuente común a buscar entre los humanistas cívicos florentinos del “quattrocento”: todos ellos creen que el buen gobierno depende sobre todo del comportamiento de los hombres, de su virtud. Si éstos son virtuosos, la bondad y la eficacia del gobierno parecen estar aseguradas, mientras que si no lo son, de poco servirá un Estado bien ordenado. Maquiavelo y Erasmo no creen en esa capacidad del vulgo de intervención en los asuntos de estado, y buscan a un príncipe o gobernante capaz de dirección y jefatura para colocar en sus manos el destino de todo un pueblo. è de ahí la necesidad de los “consejeros” o “educadores”, para tales gobernantes è se escriben libros que sirvan de “espejo para príncipes”.
Maquiavelo creyó que en la vida política era inevitable un conflicto entre ética y un poder eficaz; al contrario que los humanistas que consideraron la eficacia en política solo posible con un comportamiento ético de los gobernantes. Puntos de vista radicalmente contrapuestos:
1) la visión moral de la política sostenida por los humanistas renacentistas.
2) La visión de la política como autónoma frente a la moral sostenida por Maquiavelo.
Estas dos tesis se defienden en los albores de la modernidad y nacen prácticamente en el mismo momento y dentro de la misma tradición intelectual.
La fortuna[11] también juega sus bazas, pero podemos reducir el campo atribuido a la fortuna con nuestra virtud. è No podemos refugiarnos en la fortuna para justificar nuestra desidia e indolencia: la fortuna puede mostrarse como una fuerza insuperable, pero aún así, podemos encauzar y reducir su fuerza, si no podemos romper sus redes, podemos tejerlas: nunca debemos rendirnos.
Maquiavelo es consciente que el triunfo del hombre sobre la fortuna es inestable y nunca definitivo: la vida de los hombres están sometidas a múltiples vicisitudes (del orden al desorden y luego del desorden al orden).
En política cuentan los resultados y eso obliga al gobernante a apartarse de una forma convencionalmente virtuosa. Los nuevos tiempos exigirán a los que aspiran a mandar que se preparen para llegar a poseer una nueva virtud que les permita disponer de todas aquellas cualidades necesarias para defender y conservar el Estado, pues sólo el orden estatal es capaz de garantizar una convivencia humana.
La desconfianza que muestra Maquiavelo en las posibilidades de la ciudadanía para decidir su propia suerte è buscar un hombre fuerte, héroe salvador de todos, y legitimado para recurrir y convencer por medio de la fuerza. A este príncipe le está encomendada la tarea de crear y conservar un lugar seguro donde los hombres puedan convivir a resguardo de la amenaza de la naturaleza exterior u otra amenaza. Estos protagonistas han de ser hombres inteligentes, prudentes, capaces de aprovechar las circunstancias históricas Pretende en suma, sin dejar de mirar al pasado adentrase por un camino nunca antes recorrido ocias concretas, han de saber que no pueden contar con el vulgo para llevar a cabo su tarea, y deben arrostrar en solitario los peligros para que la generalidad sobreviva. Estos hombres excepcionales alcanzan el poder:
a) Elegidos en algunos caos
b) En la mayoría de los casos es fruto de la virtud o de la fortuna.
La divergencia entre los humanistas y Maquiavelo responde a una distinta lectura de mundo en general y de la realidad humana en particular.
Los escritos[12] políticos de Maquiavelo pretendían descubrir nuevos métodos y recursos que pudiesen ser beneficiosos para todos. Servir de orientadores de la acción política y ser útiles: no hacer literatura sino convertirse en instrumentos inteligentes de lo humano en busca de un lugar adecuado ene. Mundo: el derrumbe del mundo medieval había arrastrado consigo a toda la vieja literatura política, inservible ya en un mundo inestable y cambiante, que ya no era el de antes. Caídas las antiguas cercas normativas, la acción se torna insegura, incierta.
El poder, encarnado en el Estado, es el único que puede salvarnos è debemos pues defenderlo a cualquier precio o por cualquier medio, justo si fuere posible o injusto si fuere necesario. Analizar los medios que son necesarios para la defensa del Estado, era la gran tarea del pensamiento político. La única condición exigible a los medios es que fueran eficaces para el aseguramiento del Estado.
La autonomía de la política es una exigencia necesaria para la propia pervivencia del Estado[13]. No podemos quedar atados por otras consideraciones que no son las propias de la actividad política misma ni se puede retroceder ante cualquier tipo de medios cuando está en juego la salvación de la patria. Lo moral no puede ser impedimento para el funcionamiento de un poder que quiera ser eficaz. En política la bondad de los medios se mide por su eficacia, aunque otra cosa sea el calificativo moral que puedan recibid esos medios. El gobernante, en cumplimiento de su deber debe estar dispuesto a recurrir a cualquier medio que las circunstancias requieran. No se nos dice que tenga que recurrir necesariamente a procedimiento moralmente condenables, sino que tiene que estar preparado para hacer uso de cualquier medio para la defensa del Estado, sin tener en cuenta ni verse atado por el calificativo moral sobre dichos medios.
Así, lo mejor moralmente hablando, no siempre es o mejor visto desde el punto de vista político: esta brutalidad no quiere decir que el príncipe tenga que ser brutal en su comportamiento è al contrario: es necesario que sepa ser un gran simulador y disimulador (la ciencia política se convierte así en arte de la política).
[1] Voy a seguir las indicaciones que da Moisés Hernández en la guía de la asignatura. Luego iré completando las siguientes entradas con amplificaciones o apreciaciones de REALE ANTISERI Y COPLESTON.
[2] Sobre las consideraciones acerca de la filosofía política del renacimiento, COPLESTON, op.. cit. Cap. XX, realiza las siguientes observaciones, que resumidas, pueden quedar así: “En los siglos XV y XVI se observa el desarrollo del absolutismo político, y tal cambio histórico tuvo su reflejo en la teoría política. En Inglaterra è los Tudor, iniciado con Enrique VII (1485-1509); en España con los Reyes Católicos a partir de su matrimonio en 1469 que culminó en la gloria imperialista de Carlos V (1516-56) y concluyo con el reinado de Felipe II ( muerto en 1598); en Francia la Guerra de los Cien años los Estados accedieron a los impuestos directos de la corona (1453) Tanto en Inglaterra donde el absolutismo fue relativamente breve, como en Francia, donde disfrutó de larga vida, la clase en crecimiento de los comerciantes favoreció la centralización del poder a expensas de la nobleza feudal. El crecimiento del absolutismo significó la decadencia de la sociedad feudal. Aunque la consolidación del poder centralizado no suponía necesariamente la aceptación del absolutismo en el plano teórico, la expresión de la necesidad de unidad se reflejó. Esta necesidad de unidad en la teoría de Maquiavelo, sobre todo por la desunión existente en los estados italianos. Tanto maquiavelo como Hobbes creían en el fundamental egoísmo de los individuos, y una consecuencia natural de esa creencia es la convicción de que solamente un poder central fuerte y sin freno es capaz de contener y superar las fuerzas centrífugas que tienden a la disolución de la sociedad.
La aparición de los estados nacionales è reflexión sobre la naturaleza y bases de la sociedad política. En el caso de Althusius la idea de contrato: todas las sociedades dependen del contrato o convenio tácito, y el Estado es un tipo de sociedad.
El desarrollo del absolutismo llevo a reflexiones sobre la ley natural y los derechos naturales: existe una ley natural inmutable que obliga a todos los soberanos y a todas las sociedades y que esa ley es el fundamento de ciertos derechos naturalesè limitación del poder del soberano. Esta teoría no podía afirmarse sin que implicase una limitación en el ejercicio del poder político, aunque no suponía una aceptación de la democracia.
[3] Sobre la posición política de Maquiavelo en cuanto al realismo en REALE ANTISERI OP. CIT. Se recoge: “Cap. XV de El Príncipe: es preciso atenerse a la verdad efectiva de la cosa y no perderse en cómo debería ser escisión clásica renacentista entre “ser y “deber ser”.
“Para Maquiavelo (1469-1527) la investigación política è separarse del pensamiento especulativo, ético y religioso. Asume el canon metodológico del principio de especificidad de su objeto propio: estudiar la materia sin verse condicionado por los principios aplicables a otros ámbitos, pero que sólo de una manera indebida podrían emplearse para la indagación política: política por la política.
Causa: la nueva realidad política de Florencia y la crisis de valores.
Elementos:
a) Realismo político unido al pesimismo antropológico.
b) Nuevo concepto de “virtud” del príncipe que debe gobernar el estado con eficacia y saber oponerse al azar.
c) Retorno a los principios como condición de regeneración, renovación de la vida política”.
[4] Sobre las consideraciones generales sobre Maquiavelo, Coplestón , Op. Cit. Resume: (Niccolò Machiavelli, 1469-1527): famoso por su actitud de indiferencia hacia la moralidad o inmoralidad de los medios empleados por el gobernante en la realización de sus fines políticos que consisten en la conservación y aumento del poder. Obras: “El Príncipe” (1513) que dirigió a Lorenzo, duque de Urbino y “Discursos sobre los diez primeros libros de tito Livio”
En el primero de ellos dice Maquiavelo que si el príncipe posee y practica las buenas cualidades, éstas resultan nocivas, mientras que la apariencia de poseerlas es útil. En las acciones de todos los hombres, y especialmente de los príncipes, los resultados son lo que cuenta, y es por ellos por lo que el pueblo juzga.
[5] Sobre la teoría y el método “historico inductivo” de Maquiavelo, dice Copleston, Op. Cit. En resumidas cuentas: Maquiavelo niega explícitamente toda intención de describir estados ideales y observa que si un hombre vive consecuentemente con los más altos principios morales en la vida política, lo más probable es que se arruine, y si es un príncipe que no sepa salvaguardar la seguridad y el bienestar del Estado.
Su método: histórico inductivo è a través de un examen comparativo de secuencias de causa efecto en la historia, antigua y reciente, procuraba establecer, teniendo en cuenta los casos negativos, ciertas reglas prácticas en una forma generalizada. Dado un cierto objetivo a conseguir, la historia muestra que una determinada línea de acción conduce o no al loro de aquel propósito. Lo que le interesaba pues, era la mecánica política: su posición implicaba una cierta filosofía de la historia è implicaba que en la historia hay repetición y que la historia es de tal naturaleza que ofrece una base para la inducción.
[6] “Discursos sobre la primera Década de Tito Livio”, (1513-19) reseñada por REALE ANTISERI op. Cit.: “el soberano puede aplicar métodos en extremo crueles e inhumanosè a los males extremos: remedios extremos. Debe evitar el camino intermedio è compromiso: inútil, pues solo causa perjuicio extremo. El ideal tendría que ser al tiempo: amado y temido por sus súbditos è como son difícilmente reconciliables ambas actitudes, el príncipe elegirá la más eficaz de ellas para el gobierno del Estado.
“A través de Gil Botero, nos llegó el concepto de Razón de Estado cuestión a la que éste pensador dedica su libro principal sobre la reflexión política”.
[7] Sobre esto se extrae de REALE ANTISERI: El hombre: por sí mismo no es ni malo ni bueno, pero en la práctica tiende a ser malo è el político no puede confiar en los aspectos positivos del hombre; antes al contrario, ha de tener en cuenta los aspectos negativos y actuar en consecuencia. Así no vacilará è terrible, y tomar medidas para ser temido.
[8] Copleston, acerca del tema en Op. Cit. Dice: Consideró que el gobernante tiene derecho a valerse de medios inmorales para la consolidación y conservación del poder. En la segunda obra mencionada habla de esto, teniendo presente la seguridad y bienestar del Estado; pero, aparte del carácter inmoral del principio implicado de que el fin justifica los medios, se plantea la dificultad de que las concepciones de lo que es un fin bueno pueden diferir. Si la moralidad ha de ser de ese modo subordinada a consideraciones políticas, no queda otra cosa que la posesión real del poder para evitar la anarquía política.
Era consciente de que una nación moralmente degradada y decadente está condenada a la destrucción: lamentaba la condición moral de Italia y tenía una sincera admiración por las virtudes cívicas del mundo antiguo. La exaltación cristiana de la humildad y el desprecio del mundo volvió a los cristianos débiles y afeminados; pero a continuación dice que la interpretación de la religión cristiana como una religión de humildad y amor al sufrimiento es una interpretación errónea, lo que no significa una repudiación de la ética cristiana. Sobre la fortuna, considera que se puede resistir a la fortuna: la virtud consiste en resistir al poder que gobierna el mundo, es difícil evitar la impresión de que para él “virtud” significaba algo distinto a lo que significa para el cristiano. Maquiavelo admiraba la fuerza del carácter y la capacidad de conseguir los propios fines y en el príncipe, la habilidad de lograr el poder y conservarlo: daba por supuesto que la naturaleza humana es egoísta, e indicaba al príncipe dónde se encuentran sus intereses y cómo podría realizarlos”.
[9] Coplestón P. Cit.a este respecto, aclara: “En una sociedad corrompida y decadente solo un gobernante absoluto puede mantener unidas las fuerzas centrífugas y crear una sociedad fuerte y unificada: estaba de acuerdo con los teóricos políticos del mundo antiguo en su creencia de que la virtud cívica depende de la Ley y consideraba que en una sociedad corrupta, la reforma sólo es posible por la acción de un legislador todopoderoso. Para la fundación de un Estado o para la reforma se necesitaba un legislador absoluto: es la ley la que da nacimiento a aquella virtud o moralidad y la promulgación de la ley requiere un legislador. La conclusión de Maquiavelo es que el legislador monárquico puede utilizar todos los medios prudentes para asegurar aquel fin, y que siendo él mismo la causa de la ley y de la moralidad cívica, es independiente de ambas por lo que respecta a lo que se necesita para el cumplimiento de su función política”.
[10] Sobre la virtud del príncipe, se lee en REALE ANTISERI op. cit. Que más que virtud debe entenderse dotes de gobierno, al estilo del areté griego anterior a Platón, como lo empleaban algunos sofistas: vigor, salud, astucia, energía (capacidad de previsión, planificación, constreñimiento). Voluntad como contención del desborde de acontecimientos, que imprime norma al caos y que construye un orden dentro del mundo que se desmorona y se disgrega de forma permanente.
[11] Sobre la libertad y el azar, REALE ANTISERI op. Cit. Dicen que la arete como virtud del príncipe, o dotes de gobierno se contrapone al azar. Muchos consideran que la fortuna es la causa de los acontecimientos y por tanto, resulta inútil oponerse a ella.: Maquiavelo ofrece solución distinta: las cosas humanas dependen de dos causas, la suerte por una parte, y la virtud y la libertad, por otra, casi mitad por mitad.
“También nos dice este manual que Maquiavelo ve su ideal político más que en el Príncipe, en la república romana, basada en la libertad y en las buenas costumbres: y cuando habla de virtud parece referirse al concepto opuesto al azar y que mantiene indudablemente fue el que favoreció (más que el azar) las conquistas del Imperio Romano”.
[12] Coplestón, Op. Cit. ,sobre el absolutismo y la reflexión acerca del mismo en la teoría de Maquiavelo.” La monarquía absoluta era su ideal de gobierno. En los Discursos, dice que por lo que se refiere a prudencia y constancia, es el pueblo quien lleva la ventaja, y que los hombres del pueblo son más prudentes, más firmes y de mejor juicio que los príncipes: la república libre, concebida según el modelo de la romana, es superior a la monarquía absoluta: el Estado es más estable que cuando es más estable que cuando es gobernado por príncipes hereditarios y absolutos: el bien general, que consiste ene. Aumento de poder e imperio y en el mantenimiento de las libertades del pueblo no se encuentra sino en las republicas: el monarca absoluto, no se preocupa más que de sus intereses privados. Evidentemente esto es cuando un estado se encuentra bien ordenado y sólo se mantendrá sano y estable si es una república (ideal), pero para que pueda fundarse un Estado bien ordenado o para que un estado en desorden pueda ser reformado, se necesita en la práctica un legislador monárquico. Otra razón: exigencia de someter el poder de los nobles: haraganes corrompidos enemigos del orden y el gobierno civil. El Papado también era el responsable de la división de Italia en principados, con el resultado de que el país, débil y desunido era una presa para los bárbaros y para todo el que juzgase conveniente invadirle. Por eso puso Maquiavelo su énfasis en el Estado como un cuerpo soberano que mantiene su vigor y unidad mediante una política de fuerza e imperialista”.
[13] A través de Giucardini, en versión de REALE ANTISERI op. Cit. Nos llego la idea resumida de Maquiavelo en “el fin justifica los medios”, altamente simplista e injusta.
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