sábado, 20 de agosto de 2011

LA TRADICIÓN ARISTOTÉLICA. P. POMPONAZZI


Pietro Pomponazzi (1462-1525), apodado Peretto Mantovano[1], es el más discutido e importante filósofo renacentista aristotélico[2].
La cuestión de la naturalaza la expone Pomponazzi en el libro De incantationibus (El libro de los encantamientos). Se interroga acerca de la existencia de causas sobrenaturales en la producción de fenómenos naturales:è todos los acontecimientos, sin excepción, pueden explicarse a través del principio de la naturalidad, incluyendo también todo lo que ocurre en la historia de los hombres[3]. Lleva Pomponazzi (para la crítica actual) a cabo una operación que proclama expresamente circunscrita al punto de vista aristotélico, declarando al mismo tiempo que es muy consciente de la existencia de una verdad diferente, la de la fe.

Ya se habló en el tema anterior sobre el concepto los tres intelectos humanos que describe Pomponazzi, y al que daba preferencia era el ético[4].
El más importante tratado que escribió y al mismo tiempo el más polémico fue De inmmortalitate animae
El alma intelectiva es principio del entender y del querer, inmanente al hombre[5]. Es capaz de conocer lo universal y lo suprasensible, Pero no es una inteligencia separada: no puede conocer si no es a través de los sentidos è el alma no puede prescindir del cuerpo y por lo tanto hay que considerarla una forma que nace y perece junto con el cuerpo: el alma no tiene ninguna posibilidad de actuar sin el cuerpo. No obstante, Pomponazzí la coloca en las fronteras con lo inmaterial.
Esta tesis provocó gran oposición porque iba contra el dogma absolutamente indiscutido de la inmortalidad del alma defendido por platónicos y cristianos.
Pomponazzi manifestó su negativa a considerar la inmortalidad del alma sólo en los artículos de la razón, aunque la sostuvo como demostrable por medio de los de la fe è postura de la doble verdad, que tanta polémica suscitó desde su aparición en el siglo XIII con la polémica de los universales[6].


El hombre es visto por Pomponazzi como un “microcosmos”. El alma ocupa el primer plano en la jerarquía de los seres materiales, y debido a ello se halla en la frontera de los seres inmateriales (inmaterial si se compara con lo material y material si se compara con lo inmaterial).
Su postura con respecto a este asunto de la libertad se expone en el libro De fato, de libero arbitrio et de praedestinatione .Sostiene que desde el punto de vista natural no existen soluciones ciertas a la cuestión del destino y que las soluciones de los teólogos resultan contradictorias. è respuesta segura: confiarse a la fe y a la revelación. En cuanto filósofo natural, Pomponazzi prefiere la solución de los estoicos: la soberanía del destino. La asimilación a este trabajo por parte de este filósofo es la asimilación del trabajo filosófico con el de Prometeo.
Su modernidad en cuanto aristotélico es que cuando la experiencia se oponga a los escritos de Aristóteles, prefiere la autoridad de aquélla a la de éstos: la experiencia, y no Aristóteles, es la que siempre tiene razón.

Sobre la dignidad del hombre puede verse su controversia con Pico en el tema anterior[7].
Pomponazzi sostiene que la virtud[8] (la vida moral) se salva mejor con la tesis de la mortalidad que con la de la inmortalidad del alma, porque quien sea bueno, en vista del premio que se otorgue en el más allá corrompe la pureza de la virtud, subordinándola a algo distinto de ella misma. La verdadera felicidad se halla incluida en la virtud misma, así como la infelicidad es consecuencia del vicio (estoicismo)


[1] Natural de Mantua, enseñó sucesivamente en Padua, Ferrara y Bolonia V. Copleston op. Cit.
[2] El aristotelismo que se sigue en el renacimiento parte de las tres tesis aristotélicas medievales: el alejandrinismo, el averroísmo y el tomismo. Pomponazzi comenzó siendo averroísta, pero luego, al entrar en crisis la teoría del intelecto agente, y separado del cuerpo, Pomponazzi abandonó sus tesis y adoptó una posición considerada como alejandrista. En cuanto al aristotelismo renacentista, dice Reale antiseri que no puede decirse que haya un solo aristotélico que siga en todos sus elementos a una cualquiera de las tendencias medievales: os aristotélicos renacentistas se ocuparon sobre todo de los problemas lógico-gnoseológicos y de problemas físicos (la política, la ética y la poética). En cuanto a las fuentes del conocer distinguieron a) la autoridad de Aristóteles, b) el razonamiento aplicado a los hechos y c) la experiencia directa. Terminaron por preferir esta última hasta ser calificados como empiristas. Profundizaron en problemas lógicos. Se comentó el De anima de Aristóteles y su doctrina acerca del alma.
[3] Copleston op. Cit. Habla acerca de las explicaciones que en estas obras intenta dar Pomponazzi de los milagros y maravillas como manifestaciones naturales. Concede importancia a las influencias astrales, sus explicaciones son de carácter naturalista. Aceptó la teoría cíclica de la historia, y la aplicaba al mismo cristianismo: se consideraba a sí mismo cristiano verdadero. Su doctrina de la inmortalidad del alma fue condenada en el quinto concilio Lateranense y atacada por escrito por Nifo y otros.
[4] Voy a seguir en principio a REALE ANTISERI OP. cit. ampliado por las introducciones de Moisés González, y Copleston ops. Cits.
[5] Copleston en op. Cit. Resume lo siguiente: “ La finalidad de Pomponazzi fue la de purificar a Aristóteles de los añadidos no aristotélicos. Su tesis principal consiste en que el alma humana, tanto en operaciones racionales como en las sensitivas, depende del cuerpo è la teoría aristotélica de los hechos observables. […]. Todo conocimiento tiene su origen en la percepción sensible y la intelección humana necesita siempre una imagen o fantasma è incluso aquellas operaciones intelectuales que superan la capacidad de los animales son dependientes del cuerpo, y no hay prueba alguna que muestre que mientras el alma sensitiva del animal depende intrínsecamente del cuerpo, el alma racional del hombre dependa solo extrínsecamente. […]. Pomponazzi no negaba que la intelección s en sí misma no-cuantitativa y no corpórea; al contrario, lo afirmaba: pero argüía que la participación del alma humana en la inmaterialidad no supone su separabilidad del cuerpo. Su objeción contra los tomistas era que éstos afirmaban a la vez que el alma es y no es la forma del cuerpo. […]. Aunque rechazaba la concepción materialista del alma racional se negaba a admitir que del carácter inmaterial de la vida inteligente del alma se pueda inferir su capacidad de existir en estado de separación del cuerpo: Considera la opinión de Pomponazzi como la de un epifenomenista.[…] Exigía dos condiciones ante se reconocer la inmortalidad el alma como racionalmente establecida 1) la inteligencia como tal trasciende de la materia. 2)es independiente del cuerpo en la adquisición de los materiales de conocimiento. Pomponazzi aceptaba la primera posición, pero consideraba la segunda contraria a los hechos empíricos è la inmortalidad natural no puede ser probada por la mera razón.
[6] La postura de la doble verdad  se limita a decir (Reale Antiseri muestran cierta simpatía por ella), según los filósofos cuya explicación estoy siguiendo, “que una cosa puede resultar más probable de acuerdo con la razón y de acuerdo con Aristóteles, aunque haya que aceptar como verdadero lo opuesto basándose en la fe”. Muchos tildaron esta postura, y aun la tildan hoy en día, de hipocresía, pero en la defensa que realizan de la misma, R y A dicen que esta postura nos ayuda a distinguir con mucha claridad entre filosofía y teología, y a reservar a la filosofía un cierto grado de independencia con respecto a la teología. Por lo que resulta lógico que en París y en Papua y demás universidades italianas esta posición haya sido defendida por aquellos filósofos de profesión que al mismo tiempo no eran también teólogos: ver su papel en la emancipación de la filosofía y de las ciencias con respecto a la teología.
[7] De todos modos, se insertará lo que convenga a este asunto de lo dicho por otros autores de historia de filosofía como Copleston o M. González.
[8] Copleston op. Cit. Al asunto, dice Copleston que Pomponazzi argumentaba que la virtud es en sí misma preferible a todas las demás cosas y constituye su propia recompensa (vid arriba). […]La virtud disminuye en proporción al grado en que se quiere como un medio de para obtener otra cosa que no sea la virtud misma. En cuanto a la justicia divina, afirma que ninguna buena acción queda nunca sin recompensar y ninguna acción viciosa sin castigar, puesto que la virtud es su propia recompensa y el vició su propio castigo. En cuanto al fin del hombre, o finalidad de la existencia humana: un fin moral, alcanzable dentro de los limites de la vida mortal: hay en el hombre un deseo natural de no morir, que no es diferente del instinto del animal a regir la muerte, y si es deseo de intelectual, la presencia de un deseo no podría atizarse como prueba a favor de la idea de inmortalidad: semejante deseo no es irrazonable.

1 comentario:

  1. Gracias por compartir los apuntes, me han servido de gran ayuda. Dice mucho en tu favor.
    Lola

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