sábado, 28 de mayo de 2011

GRAMÁTICA DE LA ARGUMENTACIÓN.- Lo Cascio

Dos motivos me han movido a decidirme por este libro a la hora de elegir sobre cuál habría de hacer la reseña obligatoria correspondiente al primer trabajo de curso. El primero es que ha sido durante todo el curso mi compañero de mesa en esta disciplina (yo había estudiado y procurado comprender en su día lo que se conocía entonces como retórica literaria, la del manual de Lausberg.) Me ha llevado de la mano a lo largo de todo el camino, de la realidad factual a la realidad argumentativa, y lo ha hecho de manera tan total, que de haber podido presentar este trabajo en sus plazos ordinarios,  es seguro que no habría podido confeccionarlo (lo que mueve al que suscribe a solicitar  de quien corresponda, sea requerida dicha labor exegética como parte del segundo y no del primer trabajo de curso.) El segundo motivo condice mi propia visión de la orientación lingüística observada en el análisis argumentativo, que me ha descubierto cierta afinidad con una disciplina que comencé a estudiar pero que dejé aparcada no sé dónde, quizá para siempre: la lingüística.
Dicho esto, un primer visazo a su índice nos revela un cierto desconcierto en el plan del libro al tiempo de fijar un sistema de estudio. Esto se observa en que comienza hablando de los modelos textuales con anterioridad a lo que ha de considerarse nudo y objeto de la disciplina que pretenderse mostrarse: el texto argumentativo. Y este, a su vez, es presentado con anterioridad a las condiciones pretextuales o extratextuales, tal el hecho de definirse como acto de habla, también el marco de la argumentación, el escenario, los lugares, las condiciones y tipos, etc.; para luego regresar de plano al texto argumentativo, a su análisis gramatical léxico semántico, a la definición de las categorías (predefinidas ya al principio del libro) hasta dar con la gramática argumental más pormenorizadamente, aunque exhibiendo cierta descoordinación en lo que se refiere a la exigencia de una ordenada presentación de los elementos que integran el texto argumentativo, en qué orden han de figurar, los criterios de hallazgo , identificación y definición de indicadores de fuerza y la valoración del texto argumentativo, para luego en este último tramo volver de nuevo a lo ya apuntado al principio sobre los diversos tipos de argumentación. Y por fin, concluir el libro con un vistazo somero a los sistemas de manipulación argumentativa por medio del inciso, aunque de forma superficial, en el “espinoso” asunto de las falacias argumentativas; y también concluir con referencias y ejemplos de los lenguajes que denomina especiales: matemático, físico, médico, jurisprudencial y económico. Analiza por separado, eso sí, tanto el lenguaje político como el de la publicidad, por ser éstos los más susceptibles de padecer manipulaciones  y por tanto más “espesos” , más nutricios, desde el punto de vista argumentativo.
El libro está asperjado de ejemplos en todos sus capítulos y secciones, algunos más afortunados que otros, posiblemente debido menos a la pericia que a la voluntad de traductor — o “trasladador”, como ahora pretende nominar a este oficio la falaz jerga “científicamente correcta”—. Tiene, creo, su talón de Aquiles en la traducción, toda vez que adolece de la limitación idiomática, consecuencia de prescindir Lo Cascio en sus enfoques metodológicos de los criterios generalizadores de la lingüística estructuralista Saussureana y afincarse en el cartesianismo Chomskyano de la gramática generativa, el cual se basa en la competencia de un hablante determinado en su propia lengua, merced a una regla concreta de reescritura y al particular bagaje léxico—semántico de dicho hablante. Lo que bien puede verificarse en las dificultades para sistematizar los  símbolos y las denominaciones tanto de conectores como de categorías de la gramática argumentativa que se está exponiendo, incurriendo el autor en una ambigüedad al emplear dichos términos con total impunidad, usando algunos no presentados previamente y dejando al lector a merced de un cierto empacho taxonómico, imponiendo a éste la realización de los esfuerzos sintético y sistemático que en puridad debieron corresponder a aquél.
Esto último quizá sea debido al préstamo que toma de las categorías Toulminianas en los capítulos previos a la parte genuina, la gramatical, así como de los tiempos de la argumentación extraídos de Perelman y Olbretch-Tyteca, y también de los condicionamientos extratextuales de Van Eemeren y Grootendsdorf. El empleo por parte de cada uno de estos autores, representantes unos de la filosofía, y otros de ramas de la Sociología, o inductores del Critical Thinking norteamericano, y la subsunción de éstos por parte de Lo Cascio, hace a veces confusa su explicación de las categorías gramaticales, no siendo lo suficientemente preciso cuando, por ejemplo, se refiere al Refuerzo ( RE) o a la Reserva ( R ) o al Respaldo. O, también, la diferencia clara entre la Justificación (JS) o la argumentación (ARG) o el argumento (A) y la alternativa (AL), ni cómo detectar y describir su modo de empleo dentro de un texto dado. Por no hablar de cierta inconcreción al definir y relacionar los indicadores de fuerza que a veces aparecen como IF y otras, como O, opinión, de forma inopinada ignorándose los antecedentes. Lo mismo que, por ejemplo, cuando habla de las expresiones performativas sin distinguirlas de indicadores de fuerza para contraargumentos ( pg. 233), sin quedar aclarada la diferencia entre éstos, y por ejemplo lo que denomina calificador (C). Otra inconsecuencia aparece tras exponer el cuerpo de su propia teoría, en los cap´. 5 y 6, porque vuelve en el 7 a recurrir a la retórica perelmaniana para exponer los tipos de argumentación o retórica ( pg. 262) virando de la descripción lingüística a los criterios sociológicos de valoración ( retórica consoladora, generadora, análisis de embellecimientos), bastante menos precisos y con campos más dialécticos. Es esta fluctuación continua entre enfoques diferentes, lo que hace ciertamente sinuoso el camino y un tanto fatigoso avanzar por el libro de Lo Cascio, desde las categorías universales (debatibles, controvertibles), hasta las lingüísticas ( incontrovertibles, científicas), lo que hace sospechar que realmente el contenido gramatical de la teoría de Lo Cascio no parezca tener suficiente autonomía como para prescindir del aparato cognitivo que lo enmarca y parece evaluarlo. Esto es lo que a mi juicio perjudica esta gramática, porque la convierte de hecho en una pseudo sintaxis de los semantemas.
Por otro lado, veo innecesario el estudio — mejor decir mención — de las falacias, dado que el empleo de las mismas dentro de los textos argumentativos se debe a un fin puramente estratégico y ajeno al hecho de lengua, por lo que su análisis en el contexto exclusivamente gramatical es un exceso. Sin embargo, puede ser conveniente aludir a este tipo de argumentaciones, como contrapunto a los buenos deseos exigidos por Van Eemeren y Grootensdorf a los sujetos argumentantes, aunque a mi juicio no se trate de un tema que deba servirse como aperitivo dentro de la gramática de la argumentación, sino como referencia de un estudio independiente, especial y concienzudo.
El libro es valioso para el que, como es mi caso, se inicia en esta disciplina de la lógica informal; aunque sería exigible más precisión categorial, más sitematicidad en las taxonomías y una eliminación a conciencia de aspectos superfluos que distraen de la cuestión central que se presenta en primicia: la descripción gramatical del hecho discursivo.
 Por el lado del principiante resulta cómodo y sin duda conveniente su envite propedéutico de la materia estrella y de los temas afines, por sus referencias y resúmenes de las teorías de quienes mejor han escrito y reflexionado sobre dichos temas marco en los últimos años.  En eso debo agradecer a Lo Cascio (aún a costa de la unidad expositiva de su estudio) la generosidad  con que ha expuesto esquemas y consideraciones de la Nueva Retórica de Perelman  y Olbretch Tyteca, con el decálogo de la buena argumentación, la relación categorial positiva de Stephen Toulmin, y el envío sutil hacia la pragmática del Critical Thinking de Weston y Cía, así como los débitos reconocidos de las reflexiones semiológicas y semióticas de U. Eco (entre paisanos cuesta menos..., ¡o más! según se mire)
Por último la bibliografía suministrada al final del volumen no es desdeñable, como tampoco lo es aquello que el autor denomina índice analítico.
En resumen, se trata de un libro muy útil para quien comienza la andadura por estos caminos tan apasionantes, y de mi experiencia personal extraigo la conclusión que, si se obvian y se trabajan  un poco los defectos asistemáticos y ambiguos de su contenido con deseos de completar lo que falta, la Gramática de la Argumentación de Vincenzo Lo Cascio puede tomarse como lo que denomino libro-fundación: un texto iniciático, sobre el que puede apoyarse un estudio serio; y también un texto incoativo, a partir del cual es posible desarrollar un conocimiento sólido en la materia.

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